Al Bat
Por Jesús Alberto Rubio
beisrubio@gmail.com
De frente al 10 de Mayo, como regalo, ¡bienvenida esta valiosísima colaboración de Dante Torres Ríos en torno al valor y dimensión que encierra el béisbol infantil/juvenil, la actitud de padres/madres de familia y el futuro que depara a los hermosos imberbes.
Una temática de interés general y seguramente en especial del colega Manuel Renovato, en Monterrey, por ser el principal difusor de las Ligas Pequeñas de Williamsport en Nuevo León y presidente de la Asociación de Cronistas Deportivos de de esa gran entidad.
También se que a los amigos Víctor Oren y Aaron Alcaraz, radicados en Fort Myers, Florida, y Phoenix, Arizona, respectivamente, leerán con agrado esta temática de Dante Ríos.
“Es común escuchar a los padres y madres de los infantes en las ligas pequeñas, lanzar gritos de júbilo, desesperación, angustia y aún de enojo, como reacción a las jugadas que sus hijos y sus compañeros de juego realizan un sábado o domingo en la liga en que los pequeños se dedican a jugar al beisbol.
Sí, exactamente, a jugar, y no a competir (al menos no todavía). A esta actitud de los padres de las criaturas, estrellas en ciernes (al menos eso creen los padres), siguen otras de prepotencia, preferencia y más aún, de inconsciencia, ante los errores (naturales y comunes) de los hijos y compañeros de juego.
El sueño consciente o inconsciente, de la gran mayoría (sí señor, la gran mayoría) de los padres es que algún día su vástago será una gran estrella de las ligas mayores, pues esa mayoría ya no se conforma con pensar en la Liga Mexicana.
Esas ilusiones parentales, son deseos elaborados internamente, en lo más profundo y recóndito de sus propias necesidades, y proyectadas a sus hijos.
Pasado ese “pequeño primer escollo”, de asumir como propio el deseo de que el hijo triunfe en grande, hay que considerar las posibilidades de que así ocurra.
Si la experiencia no falla…
Veamos, hoy día, si la experiencia cotidiana no falla, si se observan las condiciones o características de los peloteros ligamayoristas, podrían dividirse en las siguientes:
1) Edad: Deben ser descubiertos a una edad promedio de 15 años.
2) Experiencia: Deben jugar (salvo honrosas excepciones) alguna (s) temporada (s) en ligas menores de América Latina, el Caribe o Estados Unidos, con objeto de ir adquiriendo experiencia y desarrollar sus habilidades, capacidades y cualidades.
3) Deben poseer físicamente (en general) una buena talla y peso.
4) Deben soportar la lejanía del hogar y la familia, en condiciones diferentes a las de su origen.
5) Deben tener una tenacidad a toda prueba, porque ¿Cuántos de los miles de jóvenes enrolados en este sistema, llegan a ser jugadores de ligas mayores?
6) Por supuesto, tener habilidades que salten a la vista, claro está, dependiendo de la posición en la que se desarrollan (antes de que se les detecten otras cualidades), como velocidad al correr y al lanzar. Fortaleza, resistencia, dureza y agresividad para el juego. Inteligencia, paciencia y concentración. En fin todo un estuche de monerías.
7) Otras muchas más, que el espacio no permite señalar y mucho menos desarrollar.
¿Nace o se hace…?
Ahora bien, pasada esa segunda dificultad, es deseable reconocer si el retoño ha nacido pelotero o es necesario hacerlo, formarlo. Es decir, el ser humano ¿nace o se hace beisbolista?
En mi particular punto de vista, creo que pueden ser varias opciones. Se puede nacer con grandes facultades, se pueden desarrollar las facultades, se puede nacer sin facultades y tampoco desarrollarlas, o bien, se puede nacer con facultades y, aparte, desarrollarlas. Esto último sería lo mejor. Sin embargo, y para asumir una postura, yo prefiero a un sujeto con tenacidad, aplicación y constancia, que a un portento flojo, apático, indolente y desganado.
Luego de salvar el tercer obstáculo, conviene saber si al descendiente le gusta, le apasiona, le interesa el juego. Si es así, bueno, y si no, también. Lo más importante es la decisión del chamaquito. Más vale tener un buen hombre, a un deportista frustrado y enojado con la vida.
Las sugerencias…
Ya pasamos el cuarto avatar, conviene ahora presentar algunas conclusiones, en formato de recomendaciones o sugerencias:
a) Las ligas infantiles y juveniles tienen como objetivo fundamental, ofrecer solaz, placer, diversión, esparcimiento y alegría a los pequeños, no causarles angustia, frustración o desencanto.
b) Ese espacio, a diferencia de algunos otros deportes, ofrece un ámbito familiar, de consolidación intima y no de catarsis violentas.
c) El trabajo en equipo debe servir a los peques para obtener parte de las habilidades necesarias en esta sociedad contemporánea, y no para enfrentarlos en competencia deshumanizada a sus compañeros de equipo, de división, de liga o de área de que se trate.
d) La amistades que se establecen en esos lugares, muchas ocasiones proveen a los miembros de esas comunidades, de amistades para toda la vida.
e) La formación que procura el beisbol permite a la comunidad, elevar su capacidad de reflexión, análisis, síntesis y toma de decisiones en la vida, debido a la complejidad de las acciones que se desarrollan en el terreno de juego. No hay que olvidar que el beisbol es complejo, no complicado.
f) Por estas y otras razones, que seguramente escapan a mi memoria y capacidad de abstracción, es que, la comprensión de los padres, debe servir como guía para los pequeños que incursionan en este deporte, sin olvidar que: debemos desechar el vértigo que nos produce la soberbia”.
Una temática de interés general y seguramente en especial del colega Manuel Renovato, en Monterrey, por ser el principal difusor de las Ligas Pequeñas de Williamsport en Nuevo León y presidente de la Asociación de Cronistas Deportivos de de esa gran entidad.
También se que a los amigos Víctor Oren y Aaron Alcaraz, radicados en Fort Myers, Florida, y Phoenix, Arizona, respectivamente, leerán con agrado esta temática de Dante Ríos.
“Es común escuchar a los padres y madres de los infantes en las ligas pequeñas, lanzar gritos de júbilo, desesperación, angustia y aún de enojo, como reacción a las jugadas que sus hijos y sus compañeros de juego realizan un sábado o domingo en la liga en que los pequeños se dedican a jugar al beisbol.
Sí, exactamente, a jugar, y no a competir (al menos no todavía). A esta actitud de los padres de las criaturas, estrellas en ciernes (al menos eso creen los padres), siguen otras de prepotencia, preferencia y más aún, de inconsciencia, ante los errores (naturales y comunes) de los hijos y compañeros de juego.
El sueño consciente o inconsciente, de la gran mayoría (sí señor, la gran mayoría) de los padres es que algún día su vástago será una gran estrella de las ligas mayores, pues esa mayoría ya no se conforma con pensar en la Liga Mexicana.
Esas ilusiones parentales, son deseos elaborados internamente, en lo más profundo y recóndito de sus propias necesidades, y proyectadas a sus hijos.
Pasado ese “pequeño primer escollo”, de asumir como propio el deseo de que el hijo triunfe en grande, hay que considerar las posibilidades de que así ocurra.
Si la experiencia no falla…
Veamos, hoy día, si la experiencia cotidiana no falla, si se observan las condiciones o características de los peloteros ligamayoristas, podrían dividirse en las siguientes:
1) Edad: Deben ser descubiertos a una edad promedio de 15 años.
2) Experiencia: Deben jugar (salvo honrosas excepciones) alguna (s) temporada (s) en ligas menores de América Latina, el Caribe o Estados Unidos, con objeto de ir adquiriendo experiencia y desarrollar sus habilidades, capacidades y cualidades.
3) Deben poseer físicamente (en general) una buena talla y peso.
4) Deben soportar la lejanía del hogar y la familia, en condiciones diferentes a las de su origen.
5) Deben tener una tenacidad a toda prueba, porque ¿Cuántos de los miles de jóvenes enrolados en este sistema, llegan a ser jugadores de ligas mayores?
6) Por supuesto, tener habilidades que salten a la vista, claro está, dependiendo de la posición en la que se desarrollan (antes de que se les detecten otras cualidades), como velocidad al correr y al lanzar. Fortaleza, resistencia, dureza y agresividad para el juego. Inteligencia, paciencia y concentración. En fin todo un estuche de monerías.
7) Otras muchas más, que el espacio no permite señalar y mucho menos desarrollar.
¿Nace o se hace…?
Ahora bien, pasada esa segunda dificultad, es deseable reconocer si el retoño ha nacido pelotero o es necesario hacerlo, formarlo. Es decir, el ser humano ¿nace o se hace beisbolista?
En mi particular punto de vista, creo que pueden ser varias opciones. Se puede nacer con grandes facultades, se pueden desarrollar las facultades, se puede nacer sin facultades y tampoco desarrollarlas, o bien, se puede nacer con facultades y, aparte, desarrollarlas. Esto último sería lo mejor. Sin embargo, y para asumir una postura, yo prefiero a un sujeto con tenacidad, aplicación y constancia, que a un portento flojo, apático, indolente y desganado.
Luego de salvar el tercer obstáculo, conviene saber si al descendiente le gusta, le apasiona, le interesa el juego. Si es así, bueno, y si no, también. Lo más importante es la decisión del chamaquito. Más vale tener un buen hombre, a un deportista frustrado y enojado con la vida.
Las sugerencias…
Ya pasamos el cuarto avatar, conviene ahora presentar algunas conclusiones, en formato de recomendaciones o sugerencias:
a) Las ligas infantiles y juveniles tienen como objetivo fundamental, ofrecer solaz, placer, diversión, esparcimiento y alegría a los pequeños, no causarles angustia, frustración o desencanto.
b) Ese espacio, a diferencia de algunos otros deportes, ofrece un ámbito familiar, de consolidación intima y no de catarsis violentas.
c) El trabajo en equipo debe servir a los peques para obtener parte de las habilidades necesarias en esta sociedad contemporánea, y no para enfrentarlos en competencia deshumanizada a sus compañeros de equipo, de división, de liga o de área de que se trate.
d) La amistades que se establecen en esos lugares, muchas ocasiones proveen a los miembros de esas comunidades, de amistades para toda la vida.
e) La formación que procura el beisbol permite a la comunidad, elevar su capacidad de reflexión, análisis, síntesis y toma de decisiones en la vida, debido a la complejidad de las acciones que se desarrollan en el terreno de juego. No hay que olvidar que el beisbol es complejo, no complicado.
f) Por estas y otras razones, que seguramente escapan a mi memoria y capacidad de abstracción, es que, la comprensión de los padres, debe servir como guía para los pequeños que incursionan en este deporte, sin olvidar que: debemos desechar el vértigo que nos produce la soberbia”.
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