Detalles
Asención Sánchez Vázquez
Integra, junto con los sonorenses Julio César Chávez González (Ciudad Obregón), Fernando Valenzuela Anguamea (Etchohuaquila) y Ana Gabriela Guevara Espinoza (Nogales), el poker de ases del deporte mexicano.
A excepción del Toro, la tercia ha sido harto controvertida dentro y fuera de sus espacios deportivos.
El César del boxeo ha sido el más grande de todos los tiempos de entre los ídolos nacidos en suelo azteca, aunque a muchos conocedores nos queda la impresión que pudo ser mejor de no haber caído en los excesos casi imposibles de caer en el ambiente del pugilismo cuando se alcanza la fama y la fortuna.
La Gacela de Sonora tocó el cielo. Fue la mejor del mundo por esfuerzo propio. En ella si aplicó en su justa dimensión ser de la cultura del esfuerzo, no del privilegio. Por su propia voluntad decidió no ir a los próximos juegos olímpicos. Unos le llaman dignidad contra los federativos de cuello blanco. Otros acusan incapacidad para aspirar a una medalla. Cuestión de enfoque.
Pero el caso de Hugo, por su vigencia, merece análisis más profundo.
Hugo, se ha dicho hasta la saciedad, es, ha sido y será por muchos años, quizá para siempre, el mejor futbolista mexicano. Reiterar logros no tiene caso.
Hoy el análisis tiene que circunscribirse a su separación como DT de la Selección Mexicana de Fútbol.
Desde mi particular punto de vista como el pez, murió por la boca. Ofreció las perlas de la virgen y entregó bisutería china.
Fue campeón como técnico con Pumas cuando todavía su diarrea verbal no superaba la admiración de quienes crecieron idolatrándolo y su capacidad de motivación lucía impecable.
Su grandeza era tal que se le perdonaba casi todo. Tuvo y tiene toda la razón cuando lamentaba que en su patria se le hayan negado los reconocimientos merecidos tras su retiro del fútbol.
Su tragedia comenzó cuando asumió la dirección y habló de pensar en la Copa del Mundo. Fracasó en varios campeonatos posibles y fue descalificado para ir a Juegos Olímpicos.
Pretendió culpar, incluso, a la prensa, de sus descalabros.
Hoy no es más el técnico de la Selección Mexicana.
Apuesto doble contra sencillo que la arrogancia de Hugo lo llevará al exilio.
“México no me merece”, seguramente en no pocas ocasiones lo ha pensado y, quizá, dicho.
España es su destino.
Al tiempo.
Babalú.
asencion61@hotmail.com
tibosanchez@gmail.com
A excepción del Toro, la tercia ha sido harto controvertida dentro y fuera de sus espacios deportivos.
El César del boxeo ha sido el más grande de todos los tiempos de entre los ídolos nacidos en suelo azteca, aunque a muchos conocedores nos queda la impresión que pudo ser mejor de no haber caído en los excesos casi imposibles de caer en el ambiente del pugilismo cuando se alcanza la fama y la fortuna.
La Gacela de Sonora tocó el cielo. Fue la mejor del mundo por esfuerzo propio. En ella si aplicó en su justa dimensión ser de la cultura del esfuerzo, no del privilegio. Por su propia voluntad decidió no ir a los próximos juegos olímpicos. Unos le llaman dignidad contra los federativos de cuello blanco. Otros acusan incapacidad para aspirar a una medalla. Cuestión de enfoque.
Pero el caso de Hugo, por su vigencia, merece análisis más profundo.
Hugo, se ha dicho hasta la saciedad, es, ha sido y será por muchos años, quizá para siempre, el mejor futbolista mexicano. Reiterar logros no tiene caso.
Hoy el análisis tiene que circunscribirse a su separación como DT de la Selección Mexicana de Fútbol.
Desde mi particular punto de vista como el pez, murió por la boca. Ofreció las perlas de la virgen y entregó bisutería china.
Fue campeón como técnico con Pumas cuando todavía su diarrea verbal no superaba la admiración de quienes crecieron idolatrándolo y su capacidad de motivación lucía impecable.
Su grandeza era tal que se le perdonaba casi todo. Tuvo y tiene toda la razón cuando lamentaba que en su patria se le hayan negado los reconocimientos merecidos tras su retiro del fútbol.
Su tragedia comenzó cuando asumió la dirección y habló de pensar en la Copa del Mundo. Fracasó en varios campeonatos posibles y fue descalificado para ir a Juegos Olímpicos.
Pretendió culpar, incluso, a la prensa, de sus descalabros.
Hoy no es más el técnico de la Selección Mexicana.
Apuesto doble contra sencillo que la arrogancia de Hugo lo llevará al exilio.
“México no me merece”, seguramente en no pocas ocasiones lo ha pensado y, quizá, dicho.
España es su destino.
Al tiempo.
Babalú.
asencion61@hotmail.com
tibosanchez@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario